Existe la creencia popular de que el chupete es malo para los dientes. Sin embargo, los odontopediatras coinciden en que solo suele causar problemas bucales cuando se usa de forma prolongada.
La succión no nutritiva de dedos, chupete y otros objetos no relacionados con la ingesta de alimentos es una actividad normal en el desarrollo fetal y neonatal. Se inicia en el útero, es especialmente intenso durante los primeros meses de vida y puede prolongarse hasta los tres o cuatro años.
La deformación de los dientes por usar chupete suele ser pasajera, siempre que se deje de usar alrededor de los tres años.
Este deseo de chupar es un reflejo primario que permite al recién nacido alimentarse y sobrevivir, además de aportarle calma y bienestar. De hecho, el chupete nació justamente para aportar este efecto reconfortante a los lactantes sin tener que recurrir al pezón materno.
Actualmente se sabe que existen otros beneficios del chupete:, acelera la maduración del reflejo de succión en recién nacidos pretérmino y, el más importante, se relaciona con una menor incidencia del síndrome de muerte súbita del lactante.
Todo ello hace que el uso del chupete sea una práctica muy extendida durante la primera infancia.
Esto no impide que se siga relacionando este objeto con determinados riesgos. Entre ellos, el fracaso o la interrupción temprana de la lactancia materna, la otitis media aguda de repetición e incluso un menor coeficiente intelectual en la edad adulta.
En los últimos años numerosos estudios científicos han puesto en duda estos posibles riesgos del chupete.
No obstante, la idea de que los chupetes deforman los dientes es una creencia colectiva que perdura.
Hoy en día los especialistas en odontopediatría coinciden en que los posibles efectos perjudiciales que ejerce sobre la correcta alineación de los dientes son pasajeros, siempre que se deje de usar antes o alrededor de los tres años de edad.
Deformación de los dientes por usar chupete
Cuando un niño se introduce la tetina de un chupete en la boca y lo succiona, los dientes centrales inferiores se desvían paulatinamente hacia dentro. Por su parte, los dientes centrales superiores tienden a separarse y sobresalir hacia fuera, lo que se conoce como protrusión dental o, popularmente, dientes de conejo en niños.
Con el tiempo, los caninos (colmillos) chocan entre sí y ambas filas de dientes no se cierran correctamente (mordida abierta). Además, al succionar, se ponen en funcionamiento una serie de músculos de la cara que, junto con la posición de la lengua, provoca que los maxilares superiores e inferiores pierdan su paralelismo (mordida cruzada).
La cuestión es que para que estas malformaciones de los dientes por usar chupete sean apreciables, los expertos estiman que se requiere de una succión más o menos constante durante unas seis horas al día. Esto también se verá influido por la presión con la que el bebé ejerza la succión.
De ahí que no se pueda afirmar con rotundidad que el chupete deforma la boca y los dientes de los niños. Aquellos que los utilicen en momentos puntuales, como para ir a dormir, o se limiten a sostenerlo en la boca sin chuparlo no suelen tener ningún problema de maloclusión dental.
En los casos en los que sí acaba provocando una mala alineación de los dientes, la buena noticia es que suele ser un proceso reversible apenas unos meses después interrumpir su uso. El motivo es que el uso del chupete antes de los tres años no llega a producir malformaciones de la articulación temporomandibular ni deformaciones óseas significativas que modifiquen la arcada dental definitiva.
A partir de los tres y cuatro años sí se relaciona el chupete con la aparición de una mordida abierta permanente que deberá ser valorada por un odontopediatra para poder ser corregida.
¿Chupete o dedo?
El hábito de chuparse el dedo sí suele provocar muchos problemas en la alineación dental: favorece la mordida abierta, eleva de forma excesiva la bóveda del paladar y estrecha la arcada maxilar.
Esta deformación se conoce como paladar de arco gótico y no solo tiene consecuencias a nivel estético, sino también en la masticación y la deglución de los alimentos, el desarrollo del habla y la pronunciación de los niños.
El problema está sobre todo en que esta alteración no revierte espontáneamente y suele requerir de la intervención de un odontopediatra.
Cabe tener en cuenta que la succión del pulgar es un hábito mucho más complicado de erradicar que el uso del chupete, pues este se puede retirar completamente en cualquier momento.
Así pues, los riesgos de chuparse el dedo son superiores a los del chupete. Además, las manos de los niños están en contacto permanente con gérmenes, favoreciendo las infecciones. La dureza del pulgar también puede provocar lesiones en la mucosa oral o en el propio dedo.
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